Viktor Orbán ataca de nuevo a la libertad de prensa
Otro medio de comunicación independiente ha sido asesinado en Hungría: Klubrádió acaba de perder su licencia de transmisión, después de una campaña que ha intentado silenciar a la emisora de radio durante una década.Los periodistas siguen adelante, esperando que una larga batalla legal les haga justicia al final. Han cedido a las presiones, pero a un precio muy alto.
Palma sub pondere crescit o «la palmera crece bajo peso» es una mentira bondadosa muy popular entre los húngaros. Tiene un significado similar a «lo que no te mata, te hace más fuerte», otra declaración bastante ofensiva, como podrá confirmar cualquier persona que sufra de una deficiencia, un trauma o tenga algún tipo de discapacidad.
Originariamente, el proverbio sobre las palmeras era una advertencia sobre las consecuencias de sobreproteger a los jóvenes, pero, de forma general, se usa para racionalizar una presión debilitadora y condiciones inaceptables. También he escuchado a gente usarlo para animarse a seguir adelante frente a situaciones desesperadas. En su caso, no me quejaré, ya que tienen las de perder.
Durante los últimos años, algunas de estas personas han apoyado a esta radio húngara independiente, Klubrádió, a quienes han retirado la licencia de transmisión el 9 de Febrero en un juicio extremadamente técnico. Esta decisión sirve como resumen de la campaña de los últimos diez años que tenía como objetivo silenciar la emisora: primero le retiró su frecuencia nacional, luego le negó su estatus de servicio público y finalmente, sus anunciantes comenzaron a desaparecer de manera progresiva. La estación continúa sus batallas legales y continúa su transmisión en Internet.
Una comunidad fuerte
Klubrádió se ha mantenido desde 2012, principalmente gracias a donaciones realizadas por parte de sus oyentes, mucho antes de que las suscripciones a medios de comunicación se democratizaran. De este modo, se construyó una comunidad fuerte en un momento en el que los periodistas convencionales denigraban el financiamiento colectivo, describiendolo como un acto de mendicidad Sin embargo, la mayoría de los medios independientes que siguen en pie en Hungría piden donaciones, además de sus suscripciones.
Después de que el emblemático canal de radio Kossuth Rádió se transformara en una herramienta del gobierno en 2010, Klubrádió asumió poco a poco la posición de emisora de radio clásica de debate, y se convirtió en el sustituto de la radio estatal con la que habían crecido generaciones desde el primer cuarto del siglo XX.
Klubrádió no está exento de críticas. Después de haber trabajado para ellos durante cuatro años, no me encuentro en la posición de absolverlos de sus cargos parcialidad. Es un medio con ideología de izquierdas que se posicionó del lado del opositor político al gobierno en 2010, cuando Viktor Orbán ganó su primera «supermayoría».
Algunos de sus icónicos presentadores son más de la clase dirigente que el propio Partido Socialista Húngaro, que está agonizando; otros se pusieron del lado de los activistas hasta tal punto que acabaron siendo candidatos de la oposición en las últimas elecciones municipales. En toda la región, desde Ucrania hasta Eslovaquia, los trabajadores de los medios de comunicación parecen haber formado una nueva raza de políticos, y Hungría no es una excepción. Y entre esos compañeros, más de un puñado han seguido innovando, acercando la radio a un público más joven o hablando de la música clásica como cultura pop.
Pero una inclinación política evidente, por muy desagradable que sea para los gobernantes, no es lo mismo que la falta de respeto a las normas democráticas y profesionales, que Klubrádió siempre ha observado. Si acaso, su lucha por la supervivencia ha hecho que la organización sea más abierta y directa. Sus oyentes, muchos de ellos de edad avanzada, están muy movilizados y dispuestos a apoyar diversas causas. En 2016, cuando el Gobierno trató de engatusar a los votantes de edad avanzada antes de Navidad con un vale único de 10 000 florines (unos 30 euros, una suma considerable para muchos pensionistas), Klubrádió pidió a sus oyentes que donaran el dinero a una organización benéfica de educación. El resultado fue que la organización benéfica pudo cubrir no sólo sus gastos de Navidad, sino también un programa de ayuda alimentaria de emergencia para el año siguiente, ayudando a los escolares que no podían permitirse comer.
Klubrádió fue nuestro compañero de Eurozine para nuestros debates en línea del pasado mes de noviembre, en los que tratamos el tema de la represión de los medios en la región. Hablando con mis antiguos compañeros favoritos, que siguen siendo mis favoritos hasta ahora, algo que me llamó la atención: se han acostumbrado a la presión y a la incertidumbre de forma espectacular, pero sin el tono heroico típico de los trabajadores de los medios de comunicación. La sentencia judicial no les ha descolocado, sino que han reaccionado con calma y han hablado con franqueza del estrés que les ha provocado.
Una persona puede acostumbrarse a la presión constante. El espíritu, al igual que el cuerpo, ajusta su crecimiento para compensar el dolor y la restricción de movimiento; ciertos músculos se tensan cuando otros están incapacitados. Bajo una presión permanente, esto es lo que las personas hacen también mentalmente: se acostumbran y adaptan su vida cotidiana para conseguir lo que realmente puedan lograr. Un escritor húngaro ya ha recibido un Nobel literario por mostrar cómo se puede hacer un hogar en el sufrimiento, así que mi ambición aquí es simplemente volver a tratar este concepto.
En una entrevista con CityDog.by (artículo en húngaro), el novelista bielorruso Victor Martinovic describe un ejemplo similar. Cuando detuvieron a dos estudiantes de diseño con los que él había trabajado, encontraron consuelo en observar una cáscara de naranja secándose. «Sus colores le dan más vida que cualquier otra cosa en el mundo. Tomaron las cáscaras, las colocaron en un estante y las observaron como si fueran un Matisse o un Chagall.»
Esta capacidad es indispensable para sobrevivir y mantener la cordura -lo que sea que eso signifique- frente a la adversidad. Pero tiene un precio muy alto. Encoje a la persona, le roba su energía, su flexibilidad; la retuerce en posiciones de las que no puede enderezarse. La priva de alegría y fuerza vital.
Para muchos, el sonido de la radio marca el ritmo al tiempo, llenando vacíos, proporcionando familiaridad al mismo tiempo que introduce una cierta novedad a los hábitos establecidos. Aquellos que no son lo suficientemente expertos en tecnología para escuchar en línea -o que no pueden permitirse el acceso a Internet- están perdiendo esta conexión con un mundo que conocían y necesitaban. Se quedan varados en un país sin un medio analógico gratuito fuera del alcance del gobierno antiliberal.
Pero estas personas no pueden perder la esperanza, ya que les quedan pocos lujos. La lástima por sí sola no ayuda, y la Comisión Europea tampoco. Aunque un portavoz expresó su «preocupación» en una rueda de prensa, el exeurodiputado Benedek Jávor recuerda que hace dos años se presentó una queja sobre el tratamiento de Klubrádió y aún no ha tenido tiempo de reaccionar ante una amenaza directa y sostenida contra otro medio de comunicación libre en Hungría, donde los medios de comunicación son víctimas de la represión política a gran escala.
Informes con palabras fuertes
Por supuesto, toda una serie de instituciones europeas hace tiempo que no aplica ninguna medida contra los partidos gobernantes en Hungría, Polonia y ahora Eslovenia, por mencionar a los más destacados. Incluso cuando aprovechan la crisis de la corona para aumentar su poder y tomar medidas contra los enemigos percibidos – las ONG, los periódicos, las mujeres que quieren elegir, las personas LGBTQIA+ que quieren estar vivas –, lo máximo que conseguimos fueron informes con palabras fuertes.
Ahora que los sondeos indican que Fidesz se enfrenta a una dura batalla en las elecciones del año que viene (incluso en un sistema electoral catalogado como «libre pero no justo»), la represión de los medios de comunicación libres y de los municipios dirigidos por la oposición es cada vez más severa. Desangrar Budapest es una prioridad evidente. La capital ha sido despojada administrativamente de una gran parte de sus ingresos, y ahora los fondos de desarrollo de la UE están siendo acaparados por Fidesz.
Hay una amarga ironía en que un poder político siga siendo financiado por quien se ha declarado su enemigo.
La posibilidad de que la oposición eche a Orbán el año que viene depende de varios factores. La oposición no está tan unida como debería. No se ha hecho el trabajo preliminar necesario para mantener a una base de votantes involucrada y motivada. Dado que el panorama mediático centralizado está sellado contra todo lo que no sea la línea del partido, las posibilidades de llegar a todo lo que no esté alineado con Fidesz son extremadamente limitadas.
Pero incluso si por algún milagro político se derriba el régimen antiliberal, un nuevo gobierno se enfrentaría al dolor acumulado de una sociedad paralizada por más de una década de asaltos. ¿Cómo se puede desaprender la memoria muscular de tal miseria? ¿Quién puede enseñar a toda una sociedad a mantener la cabeza alta y construir un liderazgo decente?
No es una pregunta retórica.
Published 28 April 2021
Original in English
Translated by
Nerea Vidana Vargas
First published by Eurozine (English version); VoxEurop (Spanish version)
Contributed by VoxEurop © Réka Kinga Papp / VoxEurop / Eurozine
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