Mexicano universal

A conversation with Mario Vargas Llosa

Para Vargas Llosa, Octavio Paz dio en sus revistas voz al liberalismo en un momento en que la mayor parte de los intelectuales creía solo en la revolución. En esta entrevista recuerda al Paz polemista y crítico brillante, pero sobre todo al poeta y amigo.

La descripción que de Octavio Paz hizo Mario Vargas Llosa
en uno de sus artículos podría aplicarse también al Nobel
peruano: “No fue nunca un diletante ni un mero testigo,
siempre un actor apasionado de lo que ocurría.” En la
siguiente conversación, Vargas Llosa detalla su amistad con
Paz, el legado de sus dos emblemáticas revistas y el espíritu
polémico con que se condujo hasta el final.

Letras Libres: ¿Cuándo y cómo se produce su primer encuentro
con Octavio Paz?

Mario Vargas Llosa: Con su obra, en los años cincuenta, cuando estaba en la
universidad. Un amigo mío, el escritor y ensayista Luis
Loaiza, me prestó un día una pequeña plaqueta: era “Piedra
de sol”. Todavía recuerdo la enorme impresión que me
produjo y lo sigo considerando uno de los grandes poemas
modernos de la lengua. Así conocí a Octavio Paz y,
desde entonces, comencé a leer su poesía, que llegaba a
Perú en las ediciones del Fondo de Cultura Económica.
Años más tarde, vivía en Europa y ahí descubrí sus ensayos
que me revelaron a un gran pensador. En los años sesenta
lo conocí personalmente en Londres, en donde nos vimos
con frecuencia. La simpatía fue recíproca y, desde entonces,
mantuve con él una amistad que nunca se interrumpió,
que nunca tuvo sombras. Incluso, cuando en México
yo hablé de la “dictadura perfecta” en el Encuentro Vuelta,
que él organizó, tuvimos una cierta discrepancia, pero no
un distanciamiento. La amistad nunca se rompió. Él sabía
de la enorme admiración que yo le tenía, una admiración
que primero se dirigió al poeta; y que se extendió luego al
ensayista y, más tarde, a la persona. En Octavio se dio la
conjunción poco frecuente de un gran poeta, de un pensador
importante y de una persona que siempre fue, desde el
punto de vista cívico e intelectual, un modelo de coherencia.
Por el espíritu con que actuó siempre – sin temor de ir
contra la corriente –, fue una figura excepcional, marginal
y que nunca cedió al oportunismo.

LL: De entre la vasta obra poética y ensayística
de Octavio Paz, ¿cuál es la que siente más
próxima a usted?

MVL: La obra maestra de Octavio Paz es Sor Juana Inés de la Cruz
o Las trampas de la fe
. Para mí es, quizás, el libro de crítica
más importante que se ha escrito en lengua española en el
siglo XX. En el pasado, solía pensar que el mejor libro en ese
rubro era el de Ezequiel Martínez Estrada dedicado a Martín
Fierro
, un volumen realmente extraordinario que, a partir del
poema de Hernández, sostiene una magnífica interpretación
de lo que es Argentina y de la problemática latinoamericana.
Sin embargo, aun con ese antecedente, Las trampas de la fe
es más rico. Es uno de esos libros donde se conjuga la erudición
con la rigurosa investigación histórica, y que al mismo
tiempo está escrito con elegancia, con belleza estilística, con
profundidad. Al igual que la obra de Martínez Estrada, Paz
utiliza como punto de partida un tema –la vida y obra de Sor
Juana– para trazar un mural asombroso, en este caso, de lo
que fue la vida en la Colonia, no solo en México, sino en
toda América Latina. Situó a la región en el contexto, por
una parte del pasado prehispánico y, por otra, del presente
occidental, europeo. Lo leí con verdadero deslumbramiento.

LL: ¿Cuál es, a su consideración, la mayor virtud de
Octavio Paz como ensayista?

MVL: Me costaría trabajo decir si fue mejor poeta que ensayista.
Creo que fue importante en ambos ámbitos. Es poco frecuente
el caso de un escritor que puede abandonarse a la pura inspiración – a la fantasía, a esos vuelos surrealistas en que la intuición, las emociones y el sueño devoran a la razón –
y, al mismo tiempo, ser un ensayista que acude siempre a
la inteligencia y al conocimiento para desarrollar una tesis.
Octavio Paz era un autor que, además, conciliaba intereses
locales y globales. Fue un apasionado de México – escribió
constantemente sobre el pasado y presente mexicanos,
sobre las manifestaciones del arte y la literatura de su país –
y también fue un ciudadano universal, un hombre que se
movía con gran facilidad en el mundo de las letras norteamericanas,
francesas, europeas. Era un ejemplo de lo que
debe ser un intelectual de nuestro tiempo: afincado en su
mundo, pero con la mirada abierta hacia todas las perspectivas;
incapaz de sucumbir a la visión pequeñita, provinciana,
regionalista, nacionalista. Con todo, al revisar su vida,
uno no deja de sorprenderse de lo activo que fue: por un
lado, como funcionario, debió de atender preocupaciones
diplomáticas y, por otro, como hombre de cultura, siempre
estuvo al tanto de la actualidad política y literaria en distintos
idiomas. Tenía múltiples intereses y una curiosidad profundamente
universal.

LL: En 1971 nace en México Plural, una revista cuyo
aliento continuaría en las páginas de Vuelta durante
muchos años. ¿Qué evaluación haría hoy de la
impronta que dejaron esas dos publicaciones?

MVL: La aparición de estas revistas fue fundamental, en tanto
dieron voz y expresión a todo un movimiento latinoamericano
que carecía de tribunas. En ese momento,
ninguna revista había alcanzado el nivel de Sur, o de El
Hijo Pródigo
, ambas con influencia continental. Cuando
Octavio lanza Plural llena un vacío flagrante y desolador.
En Plural, América Latina era sin duda una preocupación
primordial, pero nunca fue percibida como un continente
aislado; tenía que tener todas sus puertas y ventanas abiertas
al resto del mundo, interesarse por lo que ocurría del
otro lado del océano y tratar de que lo latinoamericano
también encontrara una audiencia. Por otra parte, en el
plano político, tanto Plural como Vuelta cumplieron una
función importantísima: cuando apareció la primera, la
vida intelectual estaba todavía marcada por el marxismo
y por el mito de la revolución armada; la izquierda de ese
momento había devaluado la democracia porque pensaba
que era la máscara de la explotación y un instrumento
del imperialismo. La izquierda actuaba, convencida que
solo la revolución resolvería los problemas sociales, las
grandes desigualdades y las injusticias en nuestros países.
Las revistas de Octavio fueron otra voz, una que defendía
la cultura democrática y la libertad. Al mismo tiempo,
se trataba de publicaciones muy abiertas, donde todos
los matices políticos encontraban expresión. La función
que tuvieron esas dos revistas fue importantísima para la
literatura latinoamericana, quizá debo decir, para la literatura
en lengua española.

LL: Usted, a partir de la entrada de los tanques
soviéticos a Checoslovaquia, pero sobre todo con
el encarcelamiento y posterior exilio del poeta
Heberto Padilla, se aleja definitivamente de la
Revolución cubana. Paz, tengo entendido, no se
había pronunciado públicamente sobre el particular,
pero en 1971 lo hace. ¿Tuvo usted contacto con Paz
en ese año? ¿Hablaron del caso?

MVL: La posición democrática de Octavio fue siempre muy clara.
Durante mucho tiempo debió de ser desgarrador para él
tener un cargo diplomático bajo el régimen del pri, un sistema
que de algún modo estaba en contradicción con su postura
política. Sin embargo, luego de la matanza de Tlatelolco
y tras su renuncia a la embajada, su posición fue más clara.
Octavio mantuvo una línea de gran coherencia democrática.
En ese sentido, su posición también sirvió para que
muchos escritores que se sentían marginados por la aplastante
presencia del marxismo y el socialismo radical entre
los intelectuales latinoamericanos, pudieran manifestarse
y sentirse, por decirlo de alguna manera, menos huérfanos.
Pienso que, en ese sentido, la obra de Paz es también
una obra impagable.

LL: En un artículo, usted cuenta que tuvo un encuentro
con Paz posterior a aquel episodio en que su efigie es
quemada frente a la embajada estadounidense. Dice
usted que, en vez de deprimido, Paz se veía regocijado,
como un colegial. ¿Qué pasaba con Octavio?

MVL: Paz se mantuvo joven hasta el final. Las polémicas no lo
desmoralizaban, sino lo enardecían, porque era muy buen
polemista. Todas las polémicas de Octavio son magnificas,
tanto las políticas, como las literarias, de tal manera que no
era un intelectual que se dejara amedrentar. Polemizó con
gente muy joven en México, por ejemplo, y siempre los
trató con gran respeto. Era un intelectual difícil de derrotar
en un debate por la riqueza de su formación y también por su poder persuasivo. Creo que conservó ese espíritu juvenil prácticamente hasta el final. Quizás en un último
momento la enfermedad y ciertos desengaños lo abatieron
un poco. Las dos últimas veces que lo vi lo encontré
mucho más deprimido y más apagado que antes, pero la
mayor parte de su vida se mantuvo en un estado de juventud
espiritual y emocional admirable.

LL: Usted también cuenta que en el congreso de
intelectuales de 1987 en Valencia, atestiguó cómo Paz
se arremangaba los puños para defender a
Jorge Semprún.

MVL: Sí. Hubo un provocador, en una de las sesiones, que agredió
a Semprún mientras estaba hablando. Era un fanático
político, pero fue muy divertido que Octavio Paz se arremangó
inmediatamente la camisa para salir a enfrentar al
agresor y, después, dentro de un grupo de amigos le dijimos:
“Octavio, pero ¿cómo se te ocurre?” Tenía ya 73 años.
Y él respondió: “No podía permitir que le pegaran a mi
amigo Jorge Semprún.” Octavio estaba dispuesto a pegar
puñetes si la ocasión lo requería.

LL: ¿Cuándo fue la última vez que vio a Octavio Paz?

MVL: Poco antes de su muerte fui a visitarlo a su casa de Coyoacán.
Me dio mucha tristeza porque lo vi muy abatido. Cuando
entré a su casa algo me impresionó mucho: tenía, en una
pared, unos libros chamuscados que habían sobrevivido al
incendio de su departamento. Los tenía ahí, a la entrada;
esos libros recibían al visitante. A él lo encontré desalentado
e irritado. La enfermedad había avanzado mucho, sentía
que el final estaba cerca. Me impresionó mucho, salí de
esa visita convencido de que estaba ya en la etapa final.

Published 26 March 2014
Original in Spanish
First published by Letras Libres 3/2014

Contributed by Letras Libres © Mario Vargas Llosa / Letras Libres / Eurozine

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