Jamala, la ganadora de Eurovisión acosada por Rusia

La cantante ucraniana, galardonada por su canción sobre el éxodo tártaro ‘1944’, inicia una gira europea sin citas en el país vecino, donde su presencia “no sería segura”.

How is Jamala doing? It is not hard to find signs of the winner of the last Eurovision Song Contest in Ukraine’s larger cities. On tour through Europe, her fame prevents her from visiting her neighboring country: Russia. Alberto G. Palomo reports.

No es difícil encontrarse con algún cartel de Jamala, ganadora de la última cita de Eurovisión, en las grandes ciudades ucranianas. Presenta disco, actúa en ellas durante el verano y pronto saldrá de gira por Europa. Su triunfo en el certamen le ha dado, sin duda, un empujón a su carrera. Gracias a él, su nombre figura en millones de páginas web que no tienen el cirílico por alfabeto y su canción ‘1944’, que interpretó para alzarse con el título, suena en emisoras internacionales. La fama, no obstante, le impide visitar el país vecino, Rusia. Las autoridades ven su reconocido tema – que habla sobre la deportación de los tártaros de Crimea durante la dictadura de Stalin – como una amenaza. Y su presencia en cualquier parte de este territorio “no sería segura”.

Tiene miedo a represalias. Ni siquiera se atreve a visitar a sus padres en su lugar de residencia, la citada Crimea. Anexionada en 2014 a Rusia en cuestión de horas tras el inicio de la guerra en el este de Ucrania, esta isla de dos millones de habitantes vive en un estado de inquietud. Los ciudadanos favorables a la unión controlan a los díscolos, que en muchos casos han emigrado a otras urbes peninsulares (tal y como publicó en agosto de 2015 el Servicio de Emergencia Estatal en agosto, unas 20.000 personas han huido desde entonces; la ONG Crimea Diáspora asciende la cifra a 60.000).

Photo: Anrei Maximov. Source: Flickr

“Eurovisión no fue un juego”

Le da pena, aunque no lo parezca esta maana especialmente soleada en Kiev, la capital de Ucrania. Susana Alimivna Jamaladinova (Osh, Kirguistán, 1983) aparece en un restaurante alejado del centro con una desenfadada blusa negra, una falda naranja y un discreto collar rojo. Capa mínima de maquillaje y mano tendida que se presta a los dos besos espaoles como saludo, la cantante se lanza a la conversación intercalando explicaciones vehementes en inglés con dudas en ucraniano que consulta a su manager, sentado a su lado. La mariposa que lleva por anillo no para de revolotear entre los vasos de zumo que pide y el perímetro imaginario que rodea su cabeza.

“Para mí, ganar Eurovisión no era solo un juego. Era reflejar el dolor y la tristeza por Ucrania, un país donde la guerra no es un chiste”, suelta a los pocos minutos. “Ganar me hizo sentir más segura. En mi día a día soy una simple cantante, pero ya sé que puedo hacer mucho más”, agrega. Hija de padre tártaro y madre armenia, Jamala nació en Kirguistán cuando esta nación todavía pertenecía a la URSS. Vivió en sus propias carnes el éxodo hasta que regresó a su rincón originario. Con tan solo nueve aos grabó un disco con canciones tradicionales tártaras. Poco después se graduó como cantante de ópera en la Academia Nacional de Ucrania. Y a los 27 lanzó su primer single, que formaría parte de ‘For every Heart’, álbum de estudio publicado en 2011.

“Hay futuro”

Dos discos más y una recopilación a raíz de su éxito en el concurso europeo la han erigido como una ‘celebrity’ en su país. Joven estrella, no renuncia ni al jazz de los inicios, ni a la experimentación de sonidos ni a la mezcla de lenguas. Algo atípico en Eurovisión, lanzadera de temas bailables e inocuos. “No todo lo que se presenta allí tiene que hablar de tonterías; debe también tener contenido humano”, indica, “y yo quería que ‘1944’ fuera un mensaje interracial, que sirviera para hablar de los sirios que escapan de sus casas, de los expulsados de cualquier lugar. Quería llegar al corazón de la gente, que todos se pudieran abrigar con ella; compartir con todo el mundo la historia de mi madre y dar esperanzas a los que están en la misma situación. Decirles que hay futuro”, argumenta mientras gesticula animada, cercana.

¿Una especie de ‘Imagine’ de John Lennon? No apunta tan alto. Ojalá, suspira. “Buscaba un mensaje común a todos. ¿Qué es lo que te gusta de las bandas de música? Que hablen de ti. Eso pretendía”. Jamala participó en las protestas que tuvieron lugar en la plaza de la Independencia de Kiev, conocida como Maidán, hace un par de aos. Consideraba que el rumbo político debía girar y que la aproximación a Europa (por lo que se luchaba) era necesaria. “Tenemos que analizar las posibilidades que hay y los conflictos que se producen; Es difícil hacer una revolución rápidamente, que las cosas den la vuelta en un segundo, pero veo que la manera de pensar ha cambiado. Hay que tener paciencia”, afirma la letrista que eligió el inglés como idioma para componer tras escuchar a Billie Holiday o Radiohead, dos de sus principales influencias.

Un poco abandonada mediáticamente -quizás por la rareza de su victoria con ‘1944’-, su consigna sigue siendo la de que “si haces algo, hazlo perfecto”. “Quería ganar. Tenía ese deseo”, confiesa quien quedó en segunda posición en el proceso de selección de 2011 para representar a Ucrania en la prueba. Ahora lamenta no poder ejercer de profeta en su tierra: “Echo de menos a mis padres. Me da mucha pena no poder ir a mi casa, que está a siete minutos del mar”, se queja. “Me consideran una separatista y no me dejan pasar. La cultura tártara está desapareciendo por culpa de la emigración. Hay casos de desapariciones sólo por hablar de Ucrania: es terrible”.

Oficialmente, precisa su manager, no está prohibida ni en Crimea ni en Rusia. La última vez que cruzó la frontera fue en 2014. No lo ha vuelto a intentar. “Nadie garantiza su integridad”, explica el agente. “Si alguien encuentra un mensaje contra algún país, que lo seale”, adelanta ella disgustada. Recalará en Polonia, en Letonia y en Turquía, con un reciente golpe de estado fallido y un muro de contención de refugiados que Jamala ve como un impedimento a mejorar la libre circulación de ciudadanos. “No deberían provocar pobreza en los países a los que llegan. Pero no soy economista y es difícil de analizar”, esquiva alguien que tiene empapelado medio país con su rostro, pero – de momento – no podrá traspasar la frontera más cercana: Rusia. Ninguna marquesina mostrará allí carteles con las fechas de sus conciertos.

Published 23 August 2016
Original in Spanish
First published by elconfidencial.com, 8 August 2016

© Alberto García Palomo / El Confidencial / Eurozine

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