Donald Trump’s impending return to the White House has broad repercussions. His unpredictable approach to foreign policy could leave an even greater impact on the world than it did in his first term. Both Kyiv and Moscow have been preparing for the potential scenario of a second round.
Femen, el germen del 'sextremismo'
En Ucrania surgió Femen, un fértil movimiento de protesta que utiliza el sexo y la desnudez como armas arrojadizas contra la misoginia, el autoritarismo o la homofobia. Y a Ucrania nos fuimos a conocer a la madres del invento.
En el principio, sostienen ellas, era el cuerpo. No el verbo o la palabra, contradiciendo lo que pregona la Biblia. El grupo Femen, originado en Ucrania y ramificado actualmente en varios puntos geográficos del globo, se dio cuenta hace ocho aos de que un topless resultaba más eficaz para captar la atención de los medios de comunicación e incomodar a los políticos que mil pancartas. Sus eslóganes pintados en torsos desnudos y sus protestas salvajes, estridentes y repentinas las convirtieron en uno de los movimientos globales más eficaces contra la desigualdad de género y la vulneración de los derechos humanos.
A esa forma de poner en jaque la autoridad, de plantarse a pecho descubierto en convenciones de líderes mundiales o en templos sagrados del poder, la denominaron ‘sextremismo’.
“Una mezcla subversiva de política, sexo, escándalo, agresión y un arte que podríamos denominar feminismo pop”, definen ellas. Bajo el precepto de alzar el cuerpo como lienzo y única arma, cuatro chicas del oeste del país eslavo iniciaron esta batalla en 2008. Ahora, el movimiento se ha atomizado. Tres viven en París, planificando nuevas acciones y formando grupos locales desde Espaa hasta Chile. Otras siguen en Kiev, cuartel general de Femen y lugar en que nos citamos con ellas.
“Todo empezó en 2006 como una asociación de jóvenes de todo tipo”, rememora Anna Hutsol, de 31 aos, en una cafetería del centro de la capital ucraniana, “luego nos independizamos y estuvimos unos meses, hasta febrero de 2008, buscando la forma de hacer más ruido”. “Éramos muy de ‘paz y amor’, pretendíamos cambiar las cosas con buenas palabras, hasta que vimos que nuestras acciones tenían que asustar para ser eficaces”, aaden a su lado Irina Serbina y Kateryna Dmytrenko, de 26 y 25 aos respectivamente. Al hablar, las tres chicas – a las que se unirán después Angelina Diash (23) y Anna Aelien (26) – siempre utilizan un plural que incluye a todas las personas que han formado parte de Femen. Y en cada línea se alude a Inna Shevchenko, Oksana Shachko y Alexandra Shevchenko, residentes en Francia y rostros mediáticos del movimiento. Aunque esparcida actualmente en pequeas moléculas, la trayectoria de Femen va ligada a la de la nación donde surgió.
En la última década, Ucrania ha pasado de la conocida como Revolución Naranja de 2004, en la que la gente exigía una democracia más transparente, a las revueltas del Maidán de 2014, cuando la población echó del poder al longevo mandatario Víktor Yanukóvich por su acercamiento a Rusia y en la que se abogó por una apertura a Europa que desatara definitivamente el nudo de la URSS. Independiente desde 1991, este territorio de 42,5 millones de habitantes al este del continente mantiene unas tradiciones basadas en el matrimonio, la familia y el trabajo fuera de casa para los hombres. “Lo teníamos difícil, porque hemos nacido en un sistema patriarcal. Para nosotras es muy importante cambiar nuestras ideas. Las chicas ucranianas han hecho lo más salvaje porque eran las que más necesitaban romper con el pasado”, apunta Dmytrenko. “Muchas de nuestras amigas no se atrevían a decir que eran feministas. Ahora están preparadas y lo sueltan con orgullo. No por los demás, sino por ellas”, agregan mientras reconocen que su mayor apoyo, no obstante, procede de Europa y de los hombres, “un 70% de la plantilla”.
Su estética respondía a una mezcla entre lo naf y lo icónico. Eligieron un nombre corto y de fácil dicción para cualquier idioma. Adoptaron la corona de flores, redujeron la ropa y crearon un diseo “sencillo y eficaz” consistente en dos círculos como dos senos femeninos. “Ese logo simboliza a Ucrania: unos pechos, la felicidad, la oposición, es el aguijón de la avispa. Y las flores representan la condición de las chicas antes de casarse. Son libres, jóvenes y fuertes. Encarnan la libertad y la independencia, y además son hermosas”, enumeran. Para profundizar sobre el término ‘sextremismo’ aluden a “una
mezcla de extremismo y de sexo femenino,
en el sentido biológico de la palabra”. “No
nos referimos a la práctica sexual. También
podríamos definirlo como terrorismo pacífico. No tenemos las manos manchadas de sangre,
pero somos verdaderas militantes radicales.
Queremos aterrorizar a los enemigos de las mujeres”, explican.
Y lo han conseguido, según argumentan.
Varias activistas de países donde la des- igualdad de género es abismal, como la mayoría de los del Magreb o Suramérica, han adoptado sus estrategias. Recuerdan, por ejemplo, a la egipcia Aliaa Magdaa – que menstruó sobre la bandera del ISIS – o a Amina Tyler, la tunecina que divulgó imágenes suyas en topless con la frase “Mi cuerpo es mío” y fue condenada a morir lapidada después de cien latigazos. Se libró; tres meses después de ingresar en prisión, se le permitió salir y escapó a Francia, donde también se recluyen con asilo político las otras tres Femen.
¿Por qué sigue siendo chocante mostrar el cuerpo cuando estamos acostum- brados a verlo? “Tenemos mujeres desnudas en televisión, anuncios, discotecas… Es parte del control patriarcal, porque la sexualidad no le pertenece a las mujeres sino a los hombres. Con nuestras acciones, sí: empoderamos a nuestro género. Cuando ves una gogó en una discoteca te gusta, pero cuando es en una protesta, chirría. No somos las primeras ni seremos las últimas”, explica Hutsol. “Nos he- mos dado cuenta de que no somos una formación, sino un movimiento. Femen no es un producto, sino la unión de muchas opiniones”, aduce quien, como las demás, siente una “adrenalina loca” cada vez que protesta. Últimamente, cada vez menos: “No tenemos departamento en Ucrania. Estamos en el mundo pero aquí, con la guerra, no es seguro. La primera cuestión es conseguir la paz. Esa es la prioridad”, esgrime. “No sabemos si en el futuro seremos más grandes o no, pero sí que ya somos la semilla para lograr los derechos de todos”.
Un pronóstico parecido al que relataban hace unos aos: “Nuestra sociedad no cambia. A la gente que nos gobierna le interesa que todo siga igual. Pese a que nuestros comportamientos pa- rezcan radicales, el papel de Femen es el de despertar conciencias. Hay que crear conmoción entre la gente para que empiece a reflexionar”. Lo escribían en el libro de Galia Ackerman titulado, precisamente, ‘En el principio, era el cuerpo’.
Published 25 October 2016
Original in Spanish
First published by Primera Línea, 10/2016
Contributed by Alberto G. Palomo © Alberto G. Palomo / Eurozine
PDF/PRINTIn focal points
- The war in Ukraine, and the fight for minds
- The shadow of the far Right in Ukraine
- Ordinary global brutalism: Or, made in a Ukrainian superblock
- Underground clubs and startups: On Kyiv's subcultural revolution
- Survivor's guilt: Navigating memory in Ukraine
- Some splashes of colour against the war
- The contradictions of a revolution
- A tale of at least two languages
- Time to reboot the political scene?
- "Take your kids and go away"
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A leading Ukrainian-American writer on grace, justice, power and freedom.