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Entre la espada y la pared
Los periodistas mexicanos son objeto de amenazas por parte de un gobierno corrupto y cárteles violentos, y no siempre pueden confiar en sus compañeros de oficio. Duncan Tucker nos lo cuenta.
«Espero que el gobierno no se deje llevar por la tentación autoritaria de bloquear el acceso a internet y arrestar a activistas», contaba el bloguero y activista mexicano Alberto Escorcia a la revista de Index on Censorship.
Escorcia acababa de recibir una serie de amenazas por un artículo que había escrito sobre el reciente descontento social en el país. Al día siguiente, las amenazas se agravaron. Invadido por una sensación de ahogo y desprotección, comenzó a planear su huida del país.
Son muchas las personas preocupadas por el estado de la libertad de expresión en México. Una economía estancada, una moneda en caída libre, una sangrienta narcoguerra sin final a la vista, un presidente extremadamente impopular y la administración beligerante de Donald Trump recién instalada en EE.UU. al otro lado de la frontera están generado cada vez más presión a lo largo de 2017.
Una de las tensiones principales es el propio presidente de México. Los cuatro años que lleva Enrique Peña Nieto en el cargo han traído un parco crecimiento económico. También se está dando un resurgir de la violencia y de los escándalos por corrupción. En enero de este año, el índice de popularidad del presidente se desplomó al 12%.
Para más inri, los periodistas que han intentado informar sobre el presidente y sus políticas han sufrido duras represalias. Por ejemplo, 2017 comenzó con agitadas protestas en respuesta al anuncio de Peña Nieto de que habría un incremento del 20% en los precios de la gasolina. Días de manifestaciones, barricadas, saqueos y enfrentamientos con la policía dejaron al menos seis muertos y más de 1.500 arrestos. El Comité para la Protección de los Periodistas ha informado que los agentes de policía golpearon, amenazaron o detuvieron temporalmente a un mínimo de 19 reporteros que cubrían la agitación en los estados norteños de Coahuila y Baja California.
No solo se han silenciado noticias; también las han inventado. La histeria colectiva anegó la Ciudad de México a consecuencia de las legiones enteras de bots de Twitter que comenzaron a incitar a la violencia y a difundir información falsa sobre saqueos, cosa que provocó el cierre temporal de unos 20.000 comercios.
«Nunca he visto la ciudad de esa manera», confesó Escorcia por teléfono desde su casa en la capital. «Hay más policía de lo normal. Hay helicópteros volando sobre nosotros a todas horas y se escuchan sirenas constantemente. Aunque no ha habido saqueos en esta zona de la ciudad, la gente piensa que está sucediendo por todas partes».
Escorcia, que lleva siete años investigando el uso de bots en México, cree que las cuentas falsas de Twitter se utilizaron para sembrar el miedo y desacreditar y distraer la atención de las protestas legítimas contra la subida de la gasolina y la corrupción del gobierno. Dijo que había identificado al menos 485 cuentas que constantemente incitaban a la gente a «saquear Walmart».
«Lo primero que hacen es llamar a la gente a saquear tiendas, luego exigen que los saqueadores sean castigados y llaman a que se eche mano del ejército», explicó Escorcia. «Es un tema muy delicado, porque podría llevar a llamamientos a favor de la censura en internet o a arrestar activistas», añadió, apuntando que la actual administración ya ha pasado por un intento fallido de establecer legislación que bloquee el acceso a internet durante «acontecimientos críticos para la seguridad pública o nacional».
Días después de que el hashtag de «saquear Walmart» se hiciera viral, Benito Rodríguez, un hacker radicado en España, contó al periódico mexicano El Financiero que le habían pagado para convertirlo en trending topic. Rodríguez explicó que a veces trabaja para el gobierno mexicano y admitió que «tal vez» fuera un partido político el que le dio dinero para incitar al saqueo.
La administración de Peña Nieto lleva mucho tiempo bajo sospecha de utilizar bots con objetivos políticos. En una entrevista con Bloomberg el año pasado, el hacker colombiano Andrés Sepúlveda afirmaba que, desde 2005, lo habían contratado para influir en el resultado de nueve elecciones presidenciales de Latinoamérica. Entre ellas, las elecciones mexicanas de 2012, en las que asegura que el equipo de Peña Nieto le pagó para hackear las comunicaciones de sus dos rivales principales y liderar un ejército de 30.000 bots para manipular los trending topics de Twitter y atacar a los otros aspirantes. La oficina del presidente publicó un comunicado en el que negaba toda relación con Sepúlveda.
Los periodistas de México sufren también la amenaza de la violencia de los cárteles. Mientras investigaba Narcoperiodismo, su último libro, Javier Valdez —fundador del periódico Ríodoce— se dio cuenta de lo habitual que es hoy día que en las ruedas de prensa de los periódicos locales haya infiltrados chivatos y espías de los cárteles. «El periodismo serio y ético es muy importante en tiempos conflictivos, pero desgraciadamente hay periodistas trabajando con los narcos», relató a Index. «Esto ha complicado mucho nuestra labor. Ahora tenemos que protegernos de los policías, de los narcos y hasta de otros reporteros».
Valdez conoce demasiado bien los peligros de incordiar al poder. Ríodoce tiene su sede en Sinaloa, un estado en una situación sofocante cuya economía gravita alrededor del narcotráfico. «En 2009 alguien arrojó una granada contra la oficina de Ríodoce, pero solo ocasionó daños materiales», explicó. «He recibido llamadas telefónicas en las que me ordenaban que dejase de investigar ciertos asesinatos o jefes narcos. He tenido que suprimir información importante porque podrían matar a mi familia si la mencionaba. Algunas de mis fuentes han sido asesinadas o están desaparecidas… Al gobierno le da absolutamente igual. No hace nada por protegernos. Se han dado, y se dan, muchos casos».
Pese a los problemas comunes a los que se enfrentan, Valdez lamenta que haya poco sentido de la solidaridad entre los periodistas mexicanos, así como escaso apoyo de la sociedad en general. Además, ahora que México se pone en marcha de cara a las elecciones presidenciales del año que viene y continúa peleándose con sus problemas económicos, teme que la presión sobre los periodistas no haga más que intensificarse, cosa que acarreará graves consecuencias al país.
«Los riesgos para la sociedad y la democracia son extremadamente graves. El periodismo puede impactar enormemente en la democracia y en la conciencia social, pero cuando trabajamos bajo tantas amenazas, nuestro trabajo nunca es tan completo como debería», advirtió Valdez.
Si no se da un cambio drástico, México y sus periodistas se enfrentan a un futuro aún más sombrío, añadió: «No veo una sociedad que se plante junto a sus periodistas y los proteja. En Ríodoce no tenemos ningún tipo de ayuda por parte de empresarios para financiar proyectos. Si terminásemos en bancarrota y tuviésemos que cerrar, nadie haría nada [por ayudar]. No tenemos aliados. Necesitamos más publicidad, suscripciones y apoyo moral, pero estamos solos. No sobreviviremos mucho más tiempo en estas circunstancias».
Escorcia, que se enfrenta a una situación igualmente difícil, comparte su sentido de la urgencia. Sin embargo, se mantiene desafiante, como en el tuit que publicó tras las últimas amenazas que recibió: «Este es nuestro país, nuestro hogar, nuestro futuro, y solo construyendo redes podemos salvarlo. Diciendo la verdad, uniendo a la gente, creando nuevos medios de comunicación, apoyando a los que ya existen, haciendo público lo que quieren censurar. Así es como realmente podemos ayudar».
Escucha la entrevista a Duncan Tucker en el podcast de Index on Censorship en Soundcloud.
Published 23 January 2018
Original in English
Translated by
Arrate Hidalgo
First published by Index on Censorship (Spring 2017)
Contributed by Index on Censorship © Duncan Tucker / Index on Censorship / Eurozine
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